El siervo de Dios don fray Antonio Alcalde y Barriga, obispo de Yucatán y Guadalajara

En el seno de una modesta familia, Antonio Alcalde y Barriga, el “Fraile de la Calavera”, nació el 16 de marzo de 1701 en la villa de Cigales, provincia de Valladolid, España. A los 17 años ingresó al convento dominico de San Pablo de Valladolid donde cursó los estudios humanistas y eclesiásticos hasta obtener el grado de maestro en filosofía y teología, disciplinas de las que fue catedrático por más de treinta años. Desde sus años como prior de algunos monasterios de la orden dominica, se caracterizó por un notable desprendimiento material y labor asistencial a la población menesterosa; características que marcarían también su ministerio episcopal en la Nueva España.
Por real cédula del 18 de septiembre de 1761, fray Antonio fue designado obispo de Yucatán y una vez consagrado con tal dignidad, en la Catedral de Cartagena de Indias el 8 de mayo de 1763, tomó posesión de su diócesis el 1º de agosto del mismo año. Como obispo de Yucatán emprendió varias acciones encaminadas a mejorar la formación académica y disciplinar del clero diocesano. Empleado los recursos económicos provenientes de su renta episcopal fundó en el Seminario Conciliar de Mérida una cátedra de teología moral, dotándola con cuatro mil ochocientos pesos. También gestionó la fundación de una universidad en el propio Seminario, proyecto que no se logró. Asimismo, decretó que ningún aspirante al sacerdocio fuese admitido al estudio de la teología sin la debida formación en latín, retórica y filosofía.
Por otra parte, entre sus obras asistenciales destaca la fundación de un área para mujeres en el hospital de San Juan de Dios de la ciudad de Mérida, para lo cual destinó veinte mil pesos. Con frecuencia ayudaba a viudas, huérfanos, doncellas y toda gente necesitada.
Fray Antonio Alcalde fue especialmente generoso con su Catedral, a la que llamaba “mi Santa Esposa”, dotándola “con alhajas y ornamentos, destinando al efecto una considerable parte de la renta que a su persona y dignidad correspondía”. De hecho, la gestión episcopal del Sr. Alcalde coincide con un importante momento de renovación de los espacios catedralicios ya que por esos años, entre 1760 y 1762, se construyó un nuevo y espléndido retablo mayor; se estrenaron nuevos órganos y se pintó y doró la sillería del coro de canónigos.
Un año después, el 12 de diciembre de 1763, el obispo fray Antonio llevó a cabo la solemne consagración de la Catedral de Mérida, marcando con esto uno de los momentos litúrgicos de mayor relevancia en la historia de este cuatro veces centenario templo. Posteriormente, en 1768, el obispo ofreció al Cabildo costear de su peculio nuevas mejoras para la Catedral, entre ellas la renovación del presbiterio, la colocación de un nuevo altar mayor y de nuevas reliquias, la renovación de la sacristía mayor y la construcción de dos nuevos retablos colaterales.
Antonio Alcalde gobernó la diócesis de Yucatán hasta el año de 1771 cuando, asistiendo al Cuarto Concilio Provincial Mexicano, fue promovido para ocupar la mitra de Guadalajara. En aquella diócesis, emprendió una incansable labor como bienhechor de la ciudad de Guadalajara y de la sociedad neogallega en general. Con recursos económicos mucho más amplios, el obispo Alcalde fundó o ayudó a fundar importantes instituciones educativas y asistenciales y patrocinó obras de embelleciendo urbano, tanto en la capital como en otras poblaciones importantes de su diócesis; al final de su vida había destinado la considerable suma de un millón trescientos veinte mil pesos para estas obras y fundaciones.
Actualmente está abierto el proceso para su beatificación.
Ángel Gutiérrez Romero (Historiador)
* Retrato del Siervo de Dios , Fray Antonio Alcalde (Galería Episcopal de la Sala Capitular de la Catedral de Mérida)