La península de Yucatán fue avistada por los conquistadores españoles en 1517 durante la expedición capitaneada por Francisco Hernández de Córdoba. Un año después, en 1518, la Corona española solicitó a Roma la erección de una diócesis en los territorios (ya fueran insulares o de tierra firme) denominados Yucatán. El papa León X accedió a tal solicitud y por bula del 24 de enero de 1519 erigió el obispado de Carolenso o de Santa María de los Remedios de Yucatán, otorgando, asimismo, facultades a la corona para fijar o modificar sus límites territoriales. Sin embargo, la conquista y colonización del territorio peninsular yucateco demoraría dos décadas más y Mérida, la capital de la provincia, fue fundada hasta el año de 1542; en consecuencia, el establecimiento de la diócesis en la región no pudo llevarse a cabo por lo cual, en 1526, la sede episcopal fue trasladada a Tlaxcala y posteriormente a Puebla de los Ángeles.
La segunda erección del obispado de Yucatán tuvo lugar el 16 de diciembre 1561 cuando Pío IV expidió la bula mediante la cual la iglesia parroquial mayor de Mérida fue constituida como catedral y sede del obispo de Yucatán y Cozumel, asignándole como patrón titular a San Ildefonso de Toledo. El primer obispo residente de la diócesis fue fray Francisco Toral y durante su gobierno (1562-1572) iniciaron los trabajos de construcción de la Catedral de Mérida, con avances poco significativos. Posteriormente, durante la gestión de fray Gregorio de Montalvo (1580-1587) las obras de la fábrica catedralicia se agilizaron de manera significativa. Finalmente, correspondió a fray Juan de Izquierdo (1587-1692), dar por concluida la construcción del templo el 4 de noviembre de 1598. El proyecto corrió a cargo de los arquitectos Pedro de Aulestia, Juan Miguel de Agüero y Gregorio de la Torre. Entre ellos, Agüero ha sido considerado como el de mayor influencia en la concepción arquitectónica de la catedral meridana; de hecho su nombre y título de maestro mayor de las obras quedó durante tres siglos inscrito en el anillo interior de la cúpula del templo. Una vez concluida la construcción de la catedral comenzó la tarea de proveerla de altares, ornamentos, campanas, cálices, libros de coro y demás objetos necesarios para el culto. En esta empresa, el cabildo eclesiástico fue, como correspondía, el principal gestor. Testimonio de ello es, por ejemplo, la merced real de 24,000 ducados obtenida por el deán Pedro Sánchez de Aguilar en 1618, fungiendo como procurador del cabildo ante la corte.
Los cronistas de la época describen a la catedral con admiración. Francisco de Cárdenas Valencia escribe que “es el templo más lindo y vistoso que hay hoy acabado en las Indias, absolutamente hablando [1618]”. Por su parte, fray Diego López Cogolludo señala que “lo material de esta Santa Iglesia Catedral es una de las más lucidas fábricas que hay en todos estos reinos de la Nueva España.” Sin duda, se trata de un notable edificio; incluso los vecinos de Valladolid se quejaban del “suntuoso templo de gran costa, para lo cual sólo esta villa ha dado veinticuatro mil tostones; habiéndose hecho aquí un templo muy bueno con menos de doce mil tostones.”
La planta arquitectónica de la catedral es de tipo basilical (rectangular) con dimensiones de 66.75 m. por 31.30 m. La altura de sus bóvedas es de 22.27 m.; la cúpula se eleva 33.60 m, y las torres alcanzan los 43.50 m. Se divide en tres naves —de las cuales la más ancha es la central— delimitadas por 12 columnas de orden dórico correspondientes a otras 16 medias columnas, adosadas a los muros, que soportan arcos de medio punto, ejecutados en cantera, sobre los cuales descansan 20 bóvedas vaídas o de pañuelo. La cúpula —una de las primeras del Nuevo Mundo— es de media naranja, se ubica en el quinto tramo de la nave central y está rematada con una linterna con cupulino, adornada con pilastras del mismo orden dórico. Tanto la nave central como la cúpula y las bóvedas de la crucería están ornadas con bellos casetones de piedra labrada.
Para Manuel Toussaint, la arquitectura del templo busca un renacimiento puro. Como ejemplo, la cúpula depende de manera muy clara del modelo del Panteón; tiene como él un falso tambor estabilizador por fuera y está con igual número de casetones que el antiguo edificio romano, apoyándose sobre pechinas casetonadas y tiene una corona de ventanas en la parte baja. En este sentido cabe señalar que las catedrales novohispanas fueron obra de grupos sociales urbanos —cabildos catedralicios y cabildo civiles—, es decir, un medio oficial e instruido que optaron por una filiación estilística culta y libresca (renacentista-manierista); derivando en un arte citadino y secular, en contraposición al arte frailuno e “inconsciente” de carácter fundamentalmente rural.
Las características renacentistas-manieristas de la catedral de Mérida se evidencian en toda la arquitectura del templo. En general, la fachada responde al mismo tipo de soluciones racionales que animan el interior del templo: soluciones eminentemente geométricas y efectistas —zonas fuertemente delimitadas de luz y sombra— y gusto por las grandes masas cúbicas. La portada central es de orden corintio, conformada por pilastras gemelas estriadas y fuertemente resaltadas que sostienen una cornisa con frontón y remates en forma de ánfora; entre las pilastras se ubican hornacinas contendiendo las estatuas de los santos Pedro y Pablo. Las portadas laterales siguen el modelo de la central pero de manera mucho más simple: frontones sin pilastras y con una brutal alteración de la escala, características que confirman la estirpe manierista del templo. Todo el conjunto se encuentra dominado por un gran arco triunfal, uno de los pocos de su tipo en la arquitectura novohispana.
A. Gutiérrez R.
Bibliografía consultada
- Crescencio Carrillo y Ancona, El obispado de Yucatán, Tomo I, México, Fondo Editorial del Estado de Yucatán, 1978.
- Diego López Cogolludo, Historia de Yucatán, Tomo 1, Campeche, H. Ayuntamiento de Campeche, 1996.
- Christian H. Rasmussen, Kate Howe y Juan Castro Lara, Catedral de Mérida, Mérida, V. Cabildo Metropolitano de Yucatán, 2001.
- Fernando María Ávila Álvarez, Guía de la Catedral de Mérida, Mérida, Fotomecánica del Sureste S.A., 1979.
- Francisco de Cárdenas Valencia, Relación historial eclesiástica de la provincia de Yucatán de la Nueva España, México, Antigua Librería de Robredo de José Porrrúa e Hijos, 1937.
- Jorge Alberto Manrique, Una visión del arte y de la historia, Tomo III, México, UNAM-IIE, 2007.
- Pedro Sánchez de Aguilar, Informe contra idolorum cultores del Obispado de Yucatán, Mérida, E.G. Triay e Hijos, 1935.